textos: Ezequiel De Rosso

Fotografía de César Vallejo en Berlín (1929)

César Vallejo en Berlín (1929)

Selección de poemas

Los heraldos negros

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... ¡Yo no sé!

Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre... Pobre... ¡pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!


XXXVI

Pugnamos ensartarnos por un ojo de aguja,
enfrentados a las ganadas.
Amoniácase casi el cuarto ángulo del círculo.
¡Hembra se continúa el macho, a raíz
de probables senos, y precisamente
a raíz de cuanto no florece!


¿Por ahí estás, Venus de Milo?
Tú manqueas apenas pululando
entrañada en los brazos plenarios
de la existencia,
de esta existencia que todaviíza
perenne imperfección
Venus de Milo, cuyo cercenado, increado
brazo revuélvese y trata de encodarse
a través de verdeantes guijarros gagos,
ortivos nautilos, aúnes que gatean
recién, vísperas inmortales.
Laceadora de inminencias, laceadora
del paréntesis.


Rehusad, y vosotros, a posar las plantas
en la seguridad dupla de la Armonía.
Rehusad la simetría a buen seguro.
Intervenid en el conflicto
de puntas que se diputan
en la más torionda de las justas
el salto por el ojo de la aguja!


Tal siento ahora el meñique
demás en la siniestra. Lo veo y creo
no debe serme, o por lo menos que está
en sitio donde no debe.
Y me inspira rabia y me azarea
y no hay cómo salir de él, sino haciendo
la cuenta de que hoy es jueves.
¡Ceded al nuevo impar
potente de orfandad!


No vive ya nadie...

No vive ya nadie en esta casa -me dices-; todos se han marchado. La sala, el patio, yacen despoblados. Nadie ya queda, pues todos han partido.

Y yo te digo: Cuando alguien se va, alguien queda. El punto por donde pasó un hombre, ya no está solo. Únicamente está solo, de soledad humana, el lugar por donde ningún hombre ha pasado. Las casas nuevas están más muertas que las viejas, porque sus muros son de piedra o de acero, pero no de hombres. Una casa viene al mundo, no cuando la acaban de edificar, sino cuando empiezan a habitarla. Una casa vive únicamente de hombres, como una tumba. De aquí esa irresistible semejanza que hay entre una casa y una tumba. Solo que la casa se nutre de la vida del hombre, mientras que la tumba se nutre de la muerte del hombre. Por eso la primera está de pie, mientras que la segunda está tendida.

Todos han partido de la casa, en realidad, pero todos se han quedado en verdad. Y no es el recuerdo de ellos lo que queda, sino ellos mismos. Y no es tampoco que ellos queden en la casa, sino que continúan por la casa. Las funciones y los actos se van de la casa en tren o en avión o a caballo, a pie o arrastrándose. Lo que continúa en la casa es el órgano, el agente en gerundio y en círculo. Los pasos se han ido, los besos, los perdones, los crímenes. Lo que continúa en la casa es el pie, los labios, los ojos, el corazón. Las negaciones y las afirmaciones, el bien y el mal, se han dispersado. Lo que continúa en la casa es el sujeto del acto.


Confianza en el anteojo, no en el ojo

Confianza en el anteojo, no en el ojo;
en la escalera, nunca en el peldaño;
en el ala, no en el ave
y en ti solo, en ti solo, en ti solo.

Confianza en la maldad, no en el malvado;
en el vaso, mas nunca en el licor;
en el cadáver, no en el hombre
y en ti solo, en ti solo, en ti solo.

Confianza en muchos, pero ya no en uno;
en el cauce, jamás en la corriente;
en los calzones, no en las piernas
y en ti solo, en ti solo, en ti solo.

Confianza en la ventana, no en la puerta;
en la madre, mas no en los nueve meses;
en el destino, no en el dado de oro,
y en ti solo, en ti solo, en ti solo.


Piedra negra sobre una piedra blanca

Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París –y no me corro–
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.

Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.

César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro

también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos...


Gleba

Con efecto mundial de vela que se enciende,
el prepucio directo, hombres a golpes,
funcionan los labriegos a tiro de neblina,
con alabadas barbas,
pie práctico y reginas sinceras de los valles.

Hablan como les vienen las palabras,
cambian ideas bebiendo
orden sacerdotal de una botella;
cambian también ideas tras de un árbol, parlando
de escrituras privadas, de la luna menguante
y de los ríos públicos! (Inmenso! Inmenso! Inmenso!)

Función de fuerza
sorda y de zarza ardiendo,
paso de palo,
gesto de palo,
acápites de palo,
la palabra colgando de otro palo.

De sus hombros arranca, carne a carne, la herramienta florecida,
de sus rodillas bajan ellos mismos por etapas hasta el cielo,
y, agitando
y
agitando sus faltas en forma de antiguas calaveras,
levantan sus defectos capitales con cintas,
su mansedumbre y sus
vasos sanguíneos, tristes, de jueces colorados.

Tienen su cabeza, su tronco, sus extremidades,
tienen su pantalón, sus dedos metacarpos y un palito;
para comer vistiéronse de altura
y se lavan la cara acariciándose con sólidas palomas.

Por cierto, aquestos hombres
cumplen años en los peligros,
echan toda la frente en sus salutaciones;
carecen de reloj, no se jactan jamás de respirar
y, en fin, suelen decirse: Allá, las putas, Luis Taboada, los ingleses;
allá ellos, allá ellos, allá ellos!


Masa

Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: «No mueras, te amo tanto!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Se le acercaron dos y repitiéronle:
«No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando: «Tanto amor, y no poder nada contra la muerte!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: «¡Quédate, hermano!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Entonces, todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente
abrazó al primer hombre; echose a andar...


Citas sobre Vallejo

De entre la copiosa bibliografía sobre la obra de César Vallejo, hemos seleccionado algunas citas que registran su importancia para la literatura del siglo XX.

«En otras palabras, [César Vallejo] cantó o escribió con los ojos puestos en un futuro mejor para la humanidad, pero lo hizo en estado casi agónico, desde el fondo de su desesperación individual, obsesionado por la enfermedad y por la muerte. Es el intérprete más impresionante y agresivo de la Guerra Civil Española, 'una epopeya –decía– única en la historia', pero no pudo soportar la violencia de España. Tampoco la violencia de su propio mundo emotivo, y murió de vida y no de muerte, en su decir, en los días mismos en que se perdía esa guerra, para entrar en la fase de la resurrección permanente de su verbo, quizá el más vivo de la poesía moderna de lengua española».

Enrique Lihn, en El circo en llamas, Santiago de Chile, LOM Ediciones, 1996.

«Por lo que he podido observar, los poetas –y los narradores peruanos en general– escriben siempre cosas tristes, y hay en ellos una especie de desolación hasta cuando tratan de lo que podría llamarse con lenguaje también de empleado 'los aspectos amables de la vida'. Yo no sé si esto ha sido siempre así, pero por lo que hace a nuestro tiempo, cuando converso con alguno de ellos aventuro la hipótesis de que habiendo sido César Vallejo tan desdichado, ningún escritor peruano actual se atreve a no serlo sin faltarle el respeto a su antecesor, el más grande; pero al oír esto solo sonríen un poco y suponen [...] que lo digo en broma».

Augusto Monterroso, La letra E, Madrid, Alfaguara, 1998.

«En la literatura latinoamericana el distinto es César Vallejo y solo en una de sus obras que todos conocemos, pero que todavía nos fascina en su extrañamiento, Trilce, verdadera obra sin código y por ende sin diccionario, fuera de las escrituras legalizadas y por lo tanto sin canon».

Nicolás Rosa, en «Liturgias y profanaciones», incluido en Cella, Susana, Dominios de la literatura, Buenos Aires, Losada, 1998.

Cronología

1892. Nace el 16 de mayo César Abraham Vallejo en Santiago de Chuco, en la región andina del norte peruano. Es el menor de los once hijos de Francisco de Paula Vallejo Benites y de María de los Santos Mendoza Gurrionero.

1910-1911. Se matricula en la Facultad de Letras de la Universidad de La Libertad (Trujillo), pero no puede mantenerse económicamente y vuelve a Santiago de Chuco. Trabaja en las minas de Quiruvilca, experiencia que utilizará para la redacción de su novela El tungsteno. Viaja a Lima y se matricula en la Facultad de Ciencias de la Universidad Mayor de San Marcos, pero pronto se arrepiente de su decisión.

1913. Ingresa en la Facultad de Letras de la Universidad de La Libertad de Trujillo. Es preceptor en el Centro Escolar de Varones n° 241. Allí enseña botánica y anatomía.

1914. Aparecen en diarios locales algunos poemas que luego, revisados, incluirá en Los heraldos negros.

1915. Cursa el primer año de Jurisprudencia simultáneamente con el segundo de Letras. Es profesor de primer año de primaria en el Colegio Nacional de San Juan. Opta al título de Bachiller en Filosofía y Letras con su tesis sobre el Romanticismo en la poesía en español. A través de su contacto con la intelectualidad trujillana (Antenor Orrego, Raúl Haya de la Torre, entre otros) lee a Whitman, a Verlaine, a Maeterlinck y a Sören Kierkegaard.

1917. Cursa el tercer año de Derecho. Lee a Romain Rolland, Henri Barbusse y José María Eguren. Frecuenta la librería Cultura Popular y toma contacto con las revistas españolas y peruanas de vanguardia.

1918. Se matricula en la Facultad de Letras de la Universidad Mayor de San Marcos. Muere su madre en Santiago de Chuco. Vallejo asume la dirección del Colegio Barrós.

1919. Se publica Los heraldos negros. Vallejo pierde su empleo en el Colegio Barrós, ahora llamado Instituto Nacional.

1920. En agosto se produce una serie de violentos incidentes en Trujillo. Inexplicablemente, Vallejo es arrestado con uno de sus amigos. Se lo encierra en la cárcel central de Trujillo. Intelectuales de Trujillo, Arequipa y de la Federación de Estudiantes del Perú realizan campañas en su favor.

1921. Vallejo sale de prisión. En los 112 días de su arresto escribe algunos de los poemas de Trilce. Viaja a Lima.

1922. Publica Trilce. El libro tiene una recepción en general desfavorable: Trilce se adelanta a lo que luego se llamaría vanguardismo. Basta con recordar que Altazor, de Vicente Huidobro, se publica en 1931 y Residencia en la tierra, de Pablo Neruda, se publica en 1933.

1923. Publica los cuentos de Escalas melografiadas y la novela corta Fabla salvaje. Embarca para Europa. No regresará a Perú. Llega a París un viernes 13 de julio. Comienzan las miserias económicas: Vallejo duerme en el metro y en plazas públicas.

1924. Fallece su padre. Conoce a Vicente Huidobro, Tristán Tzara, Pablo Neruda y Juan Gris. Traba amistad con Juan Larrea.

1925. Comienza a colaborar para Mundial, de Lima. Viaja a España. Allí consigue una beca para estudiar Derecho en Madrid. Nunca asistirá a clases, pero hasta 1927 (fecha en la que renuncia a los estipendios acordados) la beca lo ayudará a subsistir. Su salud se deteriora.

1926. Comienza una relación amorosa con Henriette Maisse y empieza a vivir con ella. Colabora con Variedades y Amauta, la revista fundada por José Carlos Mariátegui. Funda Favorables París Poema con Juan Larrea, donde colaboran Huidobro, Pierre Reverdy, Gerardo Diego, Tzara y Juan Gris. En el segundo y último número también colabora Pablo Neruda.

1928. Enferma gravemente y debe pasar una temporada en el campo para mejorarse. En octubre viaja por primera vez a Rusia. Apoya al Partido Comunista peruano, fundado ese año por Mariátegui.

1929. Se une a Georgette Philippart, a quien conocía desde 1926. Serán pareja hasta la muerte de Vallejo. Comienza a colaborar con El Comercio, de Lima. Segundo viaje a Rusia.

1930. Período de fertilidad creativa. Comienza a escribir los pensamientos que luego conformarán El Arte y la Revolución; escribe obras de teatro. Viaja a España para la reedición de Trilce, con prólogo de José Bergamín y un poema-salutación de Gerardo Diego. Conoce a Unamuno, a Rafael Alberti y a Pedro Salinas.

En diciembre lo expulsan de Francia por su relación con el marxismo.

1931. Vive con Georgette en España. Dificultades económicas. Su relato para niños, «Paco Yunque», es rechazado por el editor que lo había pedido por ser «demasiado triste». Vallejo enseña en células clandestinas del Partido Comunista español la teoría marxista-leninista.

Se publica Rusia en 1931 Reflexiones al pie del Kremlin. A pesar del éxito editorial del libro (se agotan tres ediciones en cuatro meses), Vallejo no cobra los derechos de autor que le corresponden por la segunda y tercera ediciones. Vuelve a viajar a Rusia, como participante del Congreso Internacional de Escritores. De vuelta en España, y a pesar del éxito de su anterior libro, no consigue editor para Rusia frente al segundo plan quinquenal. También son rechazadas, por distintas editoriales, sus obras de teatro y El Arte y la Revolución.

1932. Le permiten residir en Francia. Vallejo vuelve a París.

1933. Colabora con el semanario Germinal, de París, con una serie de notas cuyo título es: «¿Qué pasa con el Perú?».

1934. Se casa con Georgette Philippart. Trabaja en los textos de Poemas humanos.

1935. No logra publicar ni los poemas que ha venido escribiendo en los últimos años ni los cuentos que escribe ese año.

1936. Estalla la Guerra Civil Española. Vallejo vuelve a la militancia política: colabora en la creación de comités por la defensa de la República y escribe artículos a favor de la causa republicana. Viaja a España.

1937. Viaja a España como representante de Perú en el Segundo Congreso Internacional para la Defensa de la Cultura. Ayuda a formar el Comité Iberoamericano para la Defensa de la República Española.

Este año es un período de alta productividad poética: en dos meses termina de escribir Poemas humanos y España, aparta de mí este cáliz. La primera edición (1939) de este último poemario, impresa por el Ejército Republicano para sus soldados en el frente de Cataluña, es destruida casi completamente por las tropas falangistas.

1938. Aquejado de una misteriosa enfermedad, fallece el 15 de abril.

Bibliografía recomendada

Billete emitido en Perú en homenaje a César Vallejo (Frente -1988) Billete emitido en Perú en homenaje a César Vallejo (Dorso -1988)

Billete emitido en Perú en homenaje a César Vallejo, en 1988.

Bolaño, Roberto, Monsieur Pain, Barcelona, Anagrama, 1999.
Novela brillante (escrita por uno de los mejores novelistas de fin de siglo), que da la medida del mito de Vallejo. Elabora la muerte de Vallejo como parte de una misteriosa y delirante conspiración planeada por un grupo de latinoamericanos perdidos en París.

Flores, Ángel, César Vallejo. Síntesis biográfica, bibliografía e índice de poemas, México, Premiá, 1982.
Al mismo tiempo biografía, bibliografía e historia de un pensamiento, este libro es una completa introducción a los problemas que presenta la figura de Vallejo entendida como sujeto inmerso en un tiempo de cambios.

Jitrik, Noé, «Notas sobre la vanguardia hispanoamericana: Papeles de trabajo», en La vibración del presente, México, Fondo de Cultura Económica, 1998.
Un artículo insoslayable a la hora de estudiar los problemas de la vanguardia latinoamericana. Incluye una serie de hipótesis que permiten pensar la poesía de Vallejo en el contexto de las escrituras latinoamericanas del período.

Vallejo, César, El romanticismo en la poesía castellana, Buenos Aires, Leviatán, 1999.
La tesis que le permitió a Vallejo optar al título de Bachiller en Filosofía y Letras en 1915. Es un texto contemporáneo a la escritura de Los heraldos negros y presenta algunas de las ideas que desarrollaría en sus libros de poesía.

Vallejo, César, Escritos en prosa, selección y estudio preliminar de Claudia Caisso, Buenos Aires, Losada, 1994.
Cuidada selección de crónicas y cartas, que permite recorrer una escritura paralela a la de los poemas. Entre otras cosas, estos escritos dan cuenta de la forma en la que Vallejo pensó su tiempo y la posible articulación entre poesía y política. Incluye algunas de las páginas más lúcidas que se han escrito sobre la relación entre Europa y América latina.

Vallejo, César, Obra poética de César Vallejo, Colección Archivos, México, Unesco, 1989.
La mejor edición de la poesía de Vallejo. Incluye artículos críticos redactados por expertos en la obra del peruano y apéndices bibliográficos de mucho interés para situar la historia de una escritura y de su recepción.