Ilustración: Mariano Grynberg
Las palabras guardan entre sí distintos tipos de relaciones, que las gramáticas y diccionarios intentan reproducir, congelar. En realidad, esos lazos se verifican efectivamente en los textos (orales y escritos) que los usuarios reciben (interpretan) o producen. Cada persona cuenta con un léxico propio que varía al mismo tiempo que ella se enfrenta con nuevas y variadas experiencias lingüísticas. En otros términos, el vocabulario de un hablante se enriquece cuando éste se pone en contacto con textos que le permiten, por un lado, incorporar palabras nuevas para él y, por otro lado, establecer nuevas asociaciones entre las palabras que ya conoce (con lo que podrá extender los sentidos originales). De acuerdo con esta perspectiva, cada palabra es en la mente de los hablantes como una piedra arrojada en un estanque: la aparición de una palabra genera múltiples relaciones, evoca otras inconsciente y desordenadamente. Si bien esas asociaciones incluyen redes personales totalmente impredecibles, se pueden formular por lo menos dos, bastante frecuentes:
Se puede postular un tercer tipo, que combina los anteriores, y que se basa en la aparición de los mismos morfemas (véase la Propuesta Nº 5). Así, encontramos grupos de palabras que comparten la raíz, es decir que forman parte de la misma familia de palabras ('cocinar', 'cocina', 'cocinero', 'cocinucha') o que poseen uno o más afijos comunes ('desamparado', 'desatado', 'destrabado','desigual').
El texto que tengo en mis manos es un artículo de una revista de divulgación científica. Su título es "¿Cómo duermen las ballenas y los delfines?". Vamos a hacer una lista con las palabras que piensan que pueden aparecer aquí.
Si bien, como ya se dijo, las palabras guardan entre sí distintos tipos de relaciones, una consigna como la anterior acota intencionalmente las posibilidades: sería muy distinto pedir a los alumnos que, simplemente, enumeren las palabras "que les vienen a la cabeza" cuando escuchan 'delfín' o 'dormir', por ejemplo.
Si desarrollamos esta actividad con alumnos del Tercer Ciclo, seguramente surgirá una desordenada lista similar a la siguiente, que también se puede ampliar si permitimos que usen distintos tipos de diccionarios:
nariz
comunicación
terrestre
cetáceo
aletas
día
pulmones
vigilia
delfín
mar
científicos
conocimiento
respirar
mamífero
superficie
oxígeno
noche
agua
ballena
marino
cuidar
branquias
grupo
orificio
peces
sueño
respiración
océano
delfincito
exhalar
ejemplo
inhalar
conclusiones
flotar
marítimo
ballenato
pulmonar
aire
dormir
cabeza
acuático
investigación
Si bien estos saberes pueden ser empleados inconscientemente para resolver la consigna, el trabajo no termina aquí. Es deseable que se pida a los alumnos que expliciten sus razonamientos y también que el docente haga sugerencias para aumentar la cantidad de palabras propuestas a través de preguntas.
A partir de la lista desordenada, se pueden realizar subagrupamientos, teniendo en cuenta los campos semánticos y las nociones de sinonimia, antonimia e hiperonimia, etc.
Una tarea como la anterior tiene varios sentidos. Por un lado, se realiza un trabajo explícito de enriquecimiento del vocabulario, pero sin descuidar el hecho de que, en realidad, las palabras se utilizan en los textos, por lo que siempre habrá restricciones acerca de qué y cómo decir algunas cosas (seguramente en un artículo de divulgación no aparecerán expresiones como 'chabón', 'bicho', 'noni-noni'). Por otro lado, es una tarea de anticipación lectora, ya que en el momento de leer efectivamente el texto en cuestión, estarán activados todos los conocimientos previos de los lectores y podrán confrontarlos más conscientemente con la información que aporta el texto.
La realización de tareas que describan el vínculo entre léxico y texto ayuda a explicitar la solidaridad existente, desde una perspectiva semántica, entre las palabras y el sistema de la lengua.
Se puede, entonces, analizar de qué manera en un texto predomina cierto vocabulario vinculado con un campo semántico y verificar la cohesión y la coherencia existente dentro de él. A su vez, este reconocimiento de un campo de asociaciones léxicas dentro de la lengua, ofrece a los alumnos y alumnas una metodología de lectura y estudio a la hora de enfrentarse a los textos complejos.
Así, los "Materiales para el alumno" proponen el concepto de "campo léxico" para plantear una serie de tareas vinculadas con la trama que organiza un texto y su red léxica. A su vez esta actividad, se integra temáticamente con las de sintaxis, y la de cohesión y coherencia.
Como bibliografía se propone material de consulta, como el Manual de Gramática del Español, de A. Di Tulio (Buenos Aires, La isla de la Luna, 2005), y El Gramaticario, de Gaspar y colaboradores (Puerto de Palos, 1999), o el desarrollo de propuestas didácticas que incluyen un nexo entre léxico y texto (Leer para escribir, de Bollini-Cortes, Buenos Aires, UBA, 1994) , o En otras palabras, de A. Silvestri, Buenos Aires, Cántaro, 1998).