Mapa de riesgo

El ámbito escolar permite trabajar tanto en la prevención de las emergencias, como en la atención de la persona afectada. Los directivos, los docentes, el personal no docente, los padres y los alumnos pueden intervenir positivamente en la calidad de vida escolar, que no es otra cosa que aspirar a una vida mejor.

Una manera de trabajar en este sentido consiste en que cada escuela realice su propio mapa de riesgo, es decir, recorrer el ámbito escolar para detectar los riesgos posibles: evaluar los lugares y las actividades que se realizan en cada uno de ellos que puedan derivar en la ocurrencia de emergencias.

Una vez concluido este paso, es el momento de planificar las estrategias para intervenir en cada caso y de priorizarlas según las posibilidades de llevarlas a cabo.

Los cambios de comportamiento, la adopción de nuevas conductas y la sustitución de una conducta de riesgo por una segura requieren tiempo: no es bueno imponer los cambios. Comprender el beneficio que se logrará, tener la posibilidad de cambio y el acceso a los elementos necesarios para cambiar hacen más tentadora la idea del cambio. Aunque el proceso parezca lento vale la pena intentar intervenciones de prevención, porque cada lugar de la escuela puede ser más seguro.

Sugerimos que realice el mapa de riesgo de su escuela junto con los alumnos y docentes, para que todos los miembros de la comunidad escolar estén comprometidos con este ideal.

Evaluación de las emergencias ocurridas en la escuela

El trabajo de los docentes y de los alumnos sobre el recuerdo de emergencias ocurridas dentro de la escuela en los últimos años suele ser motivador. Sin embargo, el objetivo no debe ser personalizar -en quienes intervinieron-la responsabilidad de los errores cometidos, sino extraer de esa experiencia los elementos significativos que deberán estar presentes a la hora de planificar las acciones que garanticen una mejor actuación en caso de futuras emergencias. Las preguntas más sencillas son puntos de partida para comenzar una reflexión conjunta:

Es muy probable que de una conversación informal sobre episodios pasados (o incluso sobre casos hipotéticos si ello resulta más operativo) se obtenga información valiosa sobre las condiciones de seguridad del establecimiento, que permitan orientar la observación para identificar los riesgos y establecer medidas correctoras.

Por ejemplo: si en el colegio, durante el último año, ocurrieron cuatro hechos en el patio durante el recreo y todos ellos fueron caídas sin lesiones visibles o con lesiones de poca gravedad ("no pasó nada"), es responsabilidad de los directivos y docentes (adultos) no esperar a que ocurra algo grave para actuar.

En este ejemplo las medidas a tomar no parecen ser muy complicadas.

Una propuesta puede ser organizar los recreos de modo que los grados o años superiores tengan diferentes horarios y/o espacios de recreo que los alumnos de los grados inferiores y contar con docentes en el patio durante el tiempo que dure el recreo.

Además, se puede trabajar con los alumnos sobre los riesgos que presentan algunos juegos y elaborar normas de convivencia para los momentos de esparcimiento, proponer juegos alternativos "más tranquilos", etcétera.

Otra propuesta puede ser recordar, por ejemplo, cuántas veces en el transcurso del año pasado tuvieron que llamar al sistema de emergencias médicas y a los familiares de un alumno por alguna "enfermedad", como fiebre alta o un desmayo. Reflexionen sobre cuánto tiempo tardaron en resolver la emergencia y por qué:

Si les sucediera de nuevo, ¿creen que deberían actuar de otro modo?

Una buena iniciativa es llevar un registro escrito de las emergencias, porque cuanto mejor sea la calidad de la información que se tenga más adecuadas serán las medidas que se adopten.