Piensa en lo que sucedería con el planeta si la temperatura promedio se elevara 2 grados Celsius de manera permanente. Parece que no es nada, sobre todo si vemos que en una sola jornada las oscilaciones del termómetro pueden ser mucho mayores. Por ejemplo, amanecer con 10 grados y llegar a los 25 al medio día. La variación en este caso es de 15 grados.

Es fácil pensar que para adecuarse a este cambio de un par de unidades, bastaría con usar ropa más ligera. Guardamos suéteres o chamarras y asunto concluido. El punto es: ¿podrán hacer lo mismo las plantas y los animales que comparten con nosotros el planeta?

Acostumbramos pensar solo desde nuestra perspectiva de comodidad o incomodidad, sin considerar que como humanidad hemos logrado amoldarnos mediante la ayuda de algunos desarrollos tecnológicos con los que no cuentan las plantas ni los animales.

El uso de viviendas con propiedades aislantes, los ventiladores, la calefacción, los sistemas de aire acondicionado e incluso los diferentes tipos de ropa (incluyendo los variados textiles con que se elaboran) son la manera que encontramos de apropiarnos de casi cualquier ambiente, desde las cálidas regiones tropicales hasta los sitios donde las nevadas son permanentes.


Adaptarse o morir

Nuestro auténtico problema es que los seres vivos amenazados son los silvestres. Plantas y animales constituyen parte de la biodiversidad. La biodiversidad se entiende como la variedad de plantas y animales en su medio ambiente y los patrones naturales que contribuyen a darle a nuestro mundo las características que tiene. Una relación de ida y vuelta donde nada ni nadie permanece en aislamiento o sin conexión con lo demás.

Pero vamos por partes. Para que una especie continúe existiendo, por fuerza tiene que adaptarse. Si no lo logra, estará condenada a desaparecer más tarde o más temprano. El detalle es que esa extinción no es individual, sino que provoca una reacción en cadena en la que otros vegetales u otros animales relacionados con la especie desaparecida comienzan a tener también dificultades de supervivencia. Así es como funcionan los ecosistemas donde, en mayor o menor medida, todos los seres interactúan entre sí.

Podría argumentarse que, desde su origen, nuestro planeta ha estado sometido a una constante transformación -incluyendo las variaciones de temperatura- y de manera natural, muchos seres han terminado por desaparecer. No obstante, lo malo de los cambios provocados por el hombre es que son muy rápidos y eso no permite que el proceso evolutivo vaya dando oportunidad a las modificaciones fisiológicas o anatómicas de las especies. Eso tarda cientos o miles de años.

¿Tanto escándalo por dos grados?

Pues sí: porque hay suficiente evidencia como para asegurar que la Tierra se está calentando, y eso tiene que ver con la contaminación causada por la quema de combustibles. Lo cierto es que la comunidad científica no termina de llegar a un acuerdo. Algunos estudiosos afirman que el aumento de dióxido de carbono en la atmósfera contribuye a elevar la temperatura de la Tierra, mientras que otros lo niegan. Tan solo como dato suelto, hay que dejar claro que muchos de los científicos que minimizan el riesgo pertenecen a naciones que se resisten a controlar sus emisiones contaminantes. Debemos saber que, en los lugares donde hay mayor diversidad de formas de vida, los individuos suelen estar más especializados para reducir la competencia por los recursos y los equilibrios son más delicados. Las especies viven y se alimentan de maneras extremadamente particulares. Esto quiere decir que algunos colibríes solo toman el néctar de un único tipo de planta; que hay una especie de mono que nada más consume las hojas de cierto árbol, mientras que otro primate se alimenta de los frutos; que ciertas plantas son exclusivamente polinizadas por una variedad de insecto, etc.

¿Qué pasaría si desapareciera el árbol porque no se pudo adaptar a ese cambio de un par de grados? El mico que comía sus semillas ya no las podría dispersar y, por supuesto, también padecería hambre. Si las semillas no se propagaran, también faltarían los retoños y las flores, por lo que el insecto o el colibrí que se harían cargo de la polinización ya no tendrían utilidad; pero además morirían, ya que no encontrarían otra fuente de nutrientes que les sirviera y así siguiría la cadena.


Una falsa sensación de seguridad

¿Y en qué me afecta si se extinguen los pericos agapornis de Madagascar?

Es verdad: aparentemente en nada, y más cuando hay miles y miles de kilómetros de distancia. Pero, como suele decirse, las apariencias engañan. El hecho de que no podamos identificar el efecto no significa que no exista.

De hecho, la mayoría de nosotros mantiene formas de vida que cada vez se alejan más del medio natural. Cultivamos plantas y producimos animales que garantizan el sustento, sin tener la necesidad de ver qué hay más allá de las granjas y los campos agrícolas. Esto ayuda a que no logremos distinguir con claridad lo que sucede.

Las plantas cultivadas y los animales domésticos han participado del proceso de adaptación de la humanidad. A través del proceso de selección ha sido posible obtener variedades de plantas que crecen en condiciones muy variadas o razas de animales aclimatadas a distintas regiones.

Ante una elevación de la temperatura, decidir que comeremos piñas en lugar de manzanas o carne de vacas cebú a cambio de la que producen las reses de origen europeo es poco relevante. Esta forma de ver las cosas puede ser una de las causas por las que prestamos poca atención al problema de la contaminación ocasionada por la quema de combustibles, llantas, pasto, carbón y demás, que es responsable del fenómeno de calentamiento del planeta.

¿Qué sucedería si la temperatura planetaria se eleva?

Decir que nada es la respuesta menos acertada aunque no podamos estar totalmente seguros de lo que ocurriría. Sin embargo, con lo dicho antes es perfectamente posible anticipar que los cambios sí afectarán el delicado equilibrio que mantiene la naturaleza.

Hombres y mujeres de ciencia se han alarmado por el ritmo acelerado de la deforestación que ha dejado grandes extensiones destruidas y, por tanto, poco propicias para la vida silvestre. Las investigaciones actuales afirman que, junto con el fenómeno del calentamiento global, el saqueo forestal puede llegar a ser peligroso para la biodiversidad si los gobiernos de los distintos países no toman medidas serias. Talar bosques y selvas destruye extensiones limitadas de tierra. Un cambio climático afecta a todo el planeta.

Hace falta entender que lo que está en juego no es un simple problema de comodidad personal, sino nuestra permanencia sobre la Tierra. Para bien o para mal, no tenemos otro sitio dónde ir.