Hacer la crítica de la crítica no es recaer en el ejercicio de la crítica, es marcar un punto de cierre para una actitud que debemos reconocer estéril y abrir el juego para otra cosa. ¿Qué queremos? Esa es la pregunta, y cualquier respuesta que aluda al otro, al que no nos deja, al que nos encierra, es una respuesta defensiva y limitada. Tenemos que responder con la fuerza de la que somos capaces, y si no somos capaces de ninguna no es correcto que decretemos que nadie debe ser capaz de nada.

Nuestra sociedad tiene mil problemas. En lo que respecta al trabajo del pensamiento, al rol del intelectual, uno de los graves problemas es este enamoramiento con la palabra "crítica" y con la actitud esterilizante que avala. Queda muy bien, suena elegante, parece haber un glamour inmenso en esa solitaria sensación de impotencia: no son más que paparruchadas pseudo lúcidas. Insisto: tenemos adolescentes delante nuestro, en situación difícil. Tenemos que ayudarlos a algo, a poder y querer algo. La situación que padecen,
-veamos las cosas como son- no requiere más crítica, por el contrario, es hija de una costumbre nacional de generar falsa inteligencia, de sacar el cuerpo justo cuando decimos que lo estamos poniendo. La apatía que vemos por doquier es hija de la visión crítica y la propuesta educativa que refuerza a la crítica como núcleo y eje de nuestro trabajo agrava el problema. Darle instrumentos críticos a un apático es invitarlo a generar una personalidad congelada, desencantada, perdida. Con apariencia de lucidez, pero estéril al punto de la depresión.

En lo concreto, para no quedarme también yo en la lucha por tener razón: no hay que enseñar por ejemplo a criticar los libros, hay que enseñar a quererlos. La lectura no avanza a través de la experiencia de evaluar un texto con sobriedad y objetividad (¿alguien cree que existe ese Dios, además?). Enseñar a leer es enseñar a encontrar en los libros palabras que ayuden a vivir, que orienten, que permitan que uno sostenga sus emociones y las haga crecer. El trabajo se llama comprender, no "desarrollar el pensamiento crítico". La sociedad cambia, invito cordialmente a dejar de lado al inútil canon consensuado de la crítica y a probar otras cosas. Invito amorosamente a querer a los alumnos más que al pensamiento crítico que no nos sirve ni a nosotros mismos.

El mundo -la realidad social, el panorama íntimo- se abren y se vuelven dinámicos precisamente cuando superamos ese estadio adolescente y reactivo del absurdo "pensamiento crítico" y nos dedicamos a mirarlo tal como es, a quererlo, a darle vueltas, a tratar de moldearlo y de introducir en él nuestros deseos. Esto lo necesita tanto nuestro juego político como nuestro juego individual.

Esos chicos tienen un mundo, son un mundo. Todo mundo que acepta el desafío de pensarse despliega su fuerza. Que nuestro objetivo sea desplegar la fuerza de la visión del mundo y no desarrollar el pensamiento crítico. Que nuestro objetivo sea volverlos capaces de tratar al pensamiento sensualmente, como una obra de arte, y no mantenerse en la distancia de la sequedad evaluativa y precavida. Que nuestro objetivo sea vivir un momento de trabajo de pensamiento en común, y no inocularles la cantinela cansadora de la crítica y su falsa y estéril lucidez. Es mi modesta opinión. Digo, no sé?