Mónica Gentile empezó estudiando conservación y restauración, en general, en la
Escuela Nacional de Cerámica. Después aprendió a restaurar marcos de cuadros antiguos y
trabajó en el Museo Nacional de Bellas Artes. Ahora su fuerte es el papel. Y en ese rubro es considerada una
de las más importantes especialistas del país. Entre sus trabajos se destacan la restauración de
un antiguo plano de la ciudad de Catamarca y el salvataje de 90 libros de la destruida biblioteca de la
AMIA.
P: ¿Siempre pensaste en dedicarte a la conservación del papel?
R: Fue una opción a la que llegué lentamente. Yo había estudiado restauración en la
Escuela Nacional de Cerámica. Hoy se estudia en el Instituto Universitario Nacional de Arte (IUNA), donde se
otorga el título de licenciado en conservación de obras de arte. Después hice un montón
de talleres, de escultura, cerámica, pintura. El primer encuentro con el cuidado del papel fue en una
conferencia a la que asistí en el Museo Sarmiento.
P: ¿Qué fue lo que te impactó entonces?
R: Muchas cosas que se contaron allí: la historia del papel, cómo eran las fibras internas que lo
componían, cómo se fabricaba en Europa. Entonces decidí hacer un curso y así
empecé.
P: ¿Y después?
R: Después todo se fue dando naturalmente. Surgió primero la posibilidad de trabajar en el Museo
Nacional de Bellas Artes. Pero no con papel sino con marcos de cuadros. Luego en el Museo Nacional del Grabado, en el
área de restauración y conservación. Primero dudé, todos mis amigos me decían que
me convenía quedarme en el Bellas Artes. Pero elegí el pequeño Museo, que por entonces
funcionaba en una piecita, en la esquina de Vicente López y Azcuénaga (ciudad de Buenos Aires).
Tiré a ciegas y acerté, porque el crecimiento que he alcanzado después es algo extraordinario.
Hoy soy jefa del área de restauración y de conservación.
P: ¿Cambiaron muchas cosas desde que llegaste al Museo?
R: Sí, muchas. Antes aquí había un montón de paquetes mal atados y conservados. La
humedad entraba por todas partes y no había dónde guardar las obras correctamente. Lo primero que me
propuse fue conseguir planeras, que son muebles con cajones especialmente concebidos para conservar
las obras en un microclima adecuado.
P: ¿La técnica de conservación es siempre la misma?
R: El papel es muy temperamental. Yo digo que se comporta como una mujer: nunca sabés cómo va a
reaccionar. A veces lo tratás de una forma y el papel, a su modo, te dice que no, que de esa forma no lo
podés tratar. Siempre tiene que estar unida la experiencia del taller al conocimiento científico. Una
cosa sin la otra no funciona.
Limpieza mecánica de un grabado con pinceleta japonesa y goma de borrar rallada.
P: ¿Cómo sería eso en la práctica?
R: Por ejemplo, te llega un documento dañado y vos no podés ponerte a pegar y corregir cosas sin hacer
un estudio previo, cómo fue la quebradura, qué factores incidieron, etc. Luego tenés que
elaborar un informe, tomar una pequeña muestra del papel, mandarla a analizar, ver cómo está
constituido ese material. Y, sobre todo, nunca hay que trabajar solo. Conviene siempre hacer una interconsulta.
P: ¿Hacés restauración de libros?
R: Realizo pequeñas intervenciones con mucho respeto. No me gusta desencuadernar un libro, intervenirlo
químicamente, coserlo, todas esas cosas con las cuales se termina borrando información vital. Hay
materiales adhesivos muy buenos pero peligrosos, porque su uso es irreversible. Y en conservación se intenta
trabajar con procesos que puedan ser revertidos. Por si no se entendió: yo prefiero conservar a restaurar. La
restauración, muchas veces, es intervencionista.
P: ¿Qué pensás que se debe hacer con las manchas que aparecen en los documentos
antiguos?
R: Bueno, primero hay que hacer un testeo y tener en cuenta que el proceso de quitar las manchas puede ser agresivo
para el papel. Pero además, ¿hasta qué punto conviene sacar una mancha? Cada huella que queda en
un papel es un testimonio de algo, es un recuerdo, una prueba gráfica. En los libros que restauré en la
Biblioteca del Maestro, por ejemplo, encontré todo tipo de manchas que hablan. Huellas de dedos, de grasa,
escritura en las hojas y todo tipo de marcas que si yo las quito estoy borrando historia.
P: Parece que el papel tiene memoria.
R: Por supuesto. Si, por ejemplo, arrugo un papel, después lo puedo humectar, planchar, devolverlo a su estado
original. No obstante, apenas se produzca un leve cambio de temperatura o humedad, las viejas arrugas van a aflorar
nuevamente. ¿Por qué? Porque el papel tiene memoria acumulada en sus fibras.
P: ¿Se puede restaurar un diario viejo?
R: Cuesta mucho, porque los papeles de diario están hechos con la peor pasta de papel. Están hechos
para morir, en realidad. De todos modos, cada vez es menor el acceso que se facilita a los documentos originales,
porque la polución ambiental es muy peligrosa para la supervivencia de esos documentos. Recursos como la
microfilmación -que es caro- permitirían al público consultar los documentos en pantalla.
P: ¿Cuál fue hasta ahora tu trabajo más importante?
R: Sin dudas, la conservación del único plano histórico que existía de la ciudad de
Catamarca. Viajé hasta allá sin saber de qué se trataba y me encontré que el plano, que
data de 1886, estaba muy deteriorado. Para colmo lo tenían cerca de un techo que se había desmoronado
por las lluvias y el vidrio se había roto. Durante quince días trabajé intensamente y creo que
quedó bastante bien. Después presenté ese trabajo en un congreso realizado en la ciudad
española de Granada. El trabajo de rescate de los libros dañados en el atentado a la AMIA también dio muy buenos
resultados. Muchos de esos libros ya se habían salvado de los campos de concentración nazis. Lo
comprobamos leyendo los sellos que traían. Así que lo nuestro fue como salvarlos por segunda vez.
Plano antiguo de la ciudad de Catamarca.
Realizado en el año 1886, es el plano más antiguo de la ciudad de San Fernando del Valle de
Catamarca. Está hecho sobre cartulina tipo Bristol de puro algodón. Fue dibujado a lápiz
primero y en tinta después. Está pegado a un liencillo y colocado en un marco cerrado en su parte
posterior con tablas de madera. Mide 1,74 m x 1,20 m. El mayor daño fue provocado por el agua filtrada del
techo y por la rotura del vidrio cuando el plano se desplomó de la pared y desgarró el papel.
P: ¿Hay espacio en la Argentina para trabajar en conservación y restauración de
papel?
R: Siempre vas a encontrar gente que te dice que no hay plata, que no hay campo, que esto es un lujo innecesario y
cosas así. El sistema aprieta pero siempre hay un huequito donde te podés meter. Yo demoré tres
años en entrar al Museo Nacional del Grabado. Tuve que golpear puertas, rogar, reclamar mi espacio. Hay mucho
que hacer con el papel y su memoria en la Argentina y, por lo tanto, hace falta formar gente en esta
especialidad.P: ¿Qué peligros corre una obra si el ambiente no es bueno?
R: Toda obra puede ser atacada por hongos y foxing ,
además de mancharse por humedad u otras causas o materiales. Pero si está colocada en un ambiente bien
cuidado, con la luz y la temperatura que corresponde, el riesgo es mínimo o directamente nulo. Además,
el papel debe conservarse desde que se fabrica. Lo primero, al hacerlo, es asegurar que el papel sea no ácido,
es decir, que tenga una reserva alcalina, de carbonato de calcio, en una proporción predeterminada. Mucha
carga alcalina tampoco es buena. En algún caso son preferibles los papeles neutros.
P: ¿Cómo se puede saber que un papel es bueno?
R: Se puede hacer una prueba con un lapicito especial: si al trazar una raya sale violeta, quiere decir que el papel
es alcalino; si la raya sale amarilla, quiere decir que se trata de un papel ácido. Hay que tener cuidado con
ese lápiz, porque la marca queda impresa. Se prueba en un extremo de arriba y en otro de abajo.