Los alumnos responden al estímulo de las relaciones que pueden establecer entre ellos -y el mismo profesor es a veces poco más que un intermediario de signos y sentidos que los alumnos se envían entre ellos-, pero no hay deseo disponible para el tema de la clase. La actitud deseada es la contraria, y a veces se logra, la de un entusiasmo que inunda el momento y lo hace fluido y veloz. Los chicos están metidos en las cosas, y uno, profesor o profesora a cargo, disfruta de la experiencia, porque está metido también. El padecimiento se ha retirado del ánimo de todos.

¿Cómo llevar una clase de un punto al otro, cómo hacer para superar el peso plomífero de una clase sin interés y transformarla en una clase viva?

Una estrategia es la de enfocar ante todo en la búsqueda de la conexión humana. Profesor/a y alumnos deben antes de pensar en la materia lograr hacer contacto. La materia fundamental que se trabaja no es la del contenido curricular, es la construcción de una intimidad. El principal objetivo es el de manipular esa sustancia anímica compartida que es el marco de toda clase, que la hace posible o imposible, todo se juega ahí.

Uno puede intentar animar la clase a través del camino de la exigencia, pero se trata de un camino engañoso. No es posible acceder directamente a un nivel de eficiencia sin haber sentado las bases de un contacto humano, sin haber domado el primer obstáculo de la atención a través de la construcción de una credibilidad personal. Y la credibilidad personal no la logramos sólo mostrándonos de una manera clara y abierta (lo cual es sin duda importante) sino en el espacio de una comunicación verdadera, no ritual sino verosímil. Una comunicación ritual es una en la que los roles se representan. En donde uno profesor habla por ejemplo del rol de profesor en términos sociales y no en términos personales. La verdad del contacto es el nivel íntimo y auténtico de un sentir y un deseo que busca llegar hasta el otro. La exigencia no arma clases, inspira temor y es posible que logre algún resultado. La exigencia pura es una tensión desesperada que no logra su objetivo. La mejor exigencia, podríamos decir, sumando aspectos, es la que se arma sobre una base de contacto.

Es decir, no se trata de dejar de lado la necesidades básicas y estructurales de la clase, sino de acceder al logro a través de una vía indirecta. Más contenido será posible vivir en la medida en que se haya ubicado en el centro de la experiencia la construcción de una cierta intimidad.

Sobre el sentido de la intimidad, ver en mi otro blog Nuevos valores: Intimidad (http://100volando.blogspot.com/2005/07/nuevos-valores-intimidad.html)

Un post en el que se abordan temas complementarios con el que presento en este es el llamado "Los contenidos son siempre secundarios" (http://portal.educ.ar/debates/eid/filosofia/img/000655.php)